Cripta de los Silencios — Bajo las ruinas antiguas del monasterio caído de Elt-Kar
El hedor a moho y sangre seca impregnaba cada respiración. Las paredes lloraban agua negra, y de las piedras colgaban jirones de telas monásticas, ya parte del musgo. Caelan avanzaba con la espalda recta, pero las manos frías dentro de los guanteletes. Aquel lugar estaba vivo, y no en el modo correcto.
El Maestro Vorian caminaba delante. No miraba hacia los rincones donde se arrastraban sombras con patas que no hacían ruido. No empuñaba arma. Solo la lámpara con la llama azul, que no parpadeaba.
—¿Solo nosotros dos? —murmuró Caelan, quebrando el silencio que le apretaba el cuello como un dogal—. Decís que devoró a los monjes. ¿Y aun así…?
Vorian se detuvo frente a una puerta sellada con clavos de plata ennegrecida. La miró como si recordara algo que preferiría no haber vivido.
—La criatura no mató por hambre. Mató porque sabían su nombre. —Giró apenas la cabeza hacia él—. ¿Confiaría en los que aún le rezaban?
Caelan apretó los dientes. Había esperado una misión. Una oportunidad. No una sentencia.
—¿Y en mí sí confiáis?
—Confío en tu duda —dijo Vorian—. En que aún no has sido quebrado por la certeza. Los fieles no sobreviven aquí abajo, Caelan. Solo los que dudan de todo.
Un goteo constante marcaba el ritmo de algo más allá del portón. No era agua. El olor a cobre lo delataba.
—¿Y vos? —preguntó el joven, de pronto sin voz—. ¿Jamás habéis querido dejar esto? Escapar. Fingir que el mundo aún puede ser salvado por otros.
Vorian extendió una mano, nudosa, vieja y fría como mármol, y le colocó algo envuelto en cuero ennegrecido. Caelan desató el lazo. Una daga de hueso, veteada por runas que latían como heridas abiertas.
—Claro que he querido. Cada vez que cierro los ojos. —Su voz no tembló—. Pero si los Observantes caemos, no quedará nadie para distinguir al monstruo del hombre.
Caelan asintió. En su pecho no quedaba heroísmo. Solo un pozo hondo de decisión ciega.
—Entonces entremos. Y que lo que habita aquí recuerde por qué nos teme.
Vorian giró el picaporte. El metal crujió como un alarido.
La oscuridad abrió sus fauces.
Bienvenidos de nuevo a esta sección contando mis locuras con este Five Leagues from the Borderlands, y tal como os expliqué en la anterior entrada (utilizad las etiquetas, leñe), se me ocurrió pillar el mundo que habíamos montado en Oathmark y aprovecharlo para éstos menesteres.
Comenzamos pues a meternos más en el sistema de juego, y para ello, vamos a empezar decidiendo el nivel de complejidad de nuestra campaña. Yo me he decidido por un grado básico de personajes, o sea 4.
El juego te permite decidirlo todo a base de tiradas o decidir algunas cosas, en mi caso tenía claro que quería que la mayoría fuesen humanos, así que me dispuse a tirar los dados.
Inicialmente todos los personajes tienen un perfil básico que se va modificando según el origen, raza e historia de cada personaje. Además algunos resultados nos otorgan equipo, amigos, dinero y experiencia de un buen inicio, con lo que nos permite equiparnos de manera decente (o no) al principio de la campaña.
El primer personaje Humano, salió de Origen Noble, con un buen entrenamiento (+1 agilidad) experimentado en batalla, y un bono en Voluntad y Suerte. Se nota que este personaje viene de casa buena, porque lleva Armadura Completa y una Espada Bastarda. Además tenía un buen amigo, también dentro de la Nobleza.
El segundo personaje Humano, nos salió de Origen Zelote, de movimientos rápidos y bastante afortunado (bono en Velocidad y Suerte). Este además, es un personaje más culto, con Conocimientos en Saberes Oscuros, además de salirle equipo para primeros auxilios. Además sus contactos con la nobleza le permitieron equiparse con una Armadura media, espada, y Yelmo.
El tercer personaje, ahora ya vamos a las razas no humanas, nos salió que era Sangre Féerica, o si queréis llamarle, Elfo. En este juego todos los de esta raza tienen bonos para determinar la iniciativa, una aura de frío y una sensación de Pésar y Condenación (no ganan Suerte como los demás). Este personaje tan sombrío decidí que sería un conocedor de los Saberes Mágicos, entre eso y sus conocimientos en Alquímia. Lo hacen un personaje más culto del grupo, tiene una selección de conjuros de apoyo y disrupción, destacando en invocación y desangrar al enemigo a distancia. Para finalizar ese aspecto de "Brujo del Frío Salvaje" se le equipó con una Lanza de Guerra.
El Cuarto personaje fue un Halfling (¿Cómo no?) lo cual es justificable teniendo en cuenta el mapa de nuestro mundo. En este caso los Halflings son escurridizos y tienen bastante posibilidades de supervivencia y moral entre partidas. Por otro lado no puede utilizar depende qué tipo de armas, pero sí tienen buena puntería. Este personaje me salió bastante encantador: habilidad de Conversación, que le da unos bonos para Negociar o Persuadir. Además de ser un experto en el lanzamiento de cuchillos, y lo acabé equipando con el armamento base que te dan: Arco, armadura ligera, y una espada.
Además de los héroes, también tendríamos dos seguidores que nos darían apoyo
- Aldeano bravo, que va con un martillo y una armadura ligera
- Trotamundos, equipado con un Arco y un cuchillo
Con todo esto, listo para la aventura, en la próxima entrada daré unas ligeras notas de cada personaje y hablaremos un poco del sistema de combate.
Santuario de las Cenizas — Refugio de los Observantes, tres días después
El fuego crepitaba en la chimenea de piedra, arrojando sombras largas sobre las paredes cubiertas de reliquias y mapas ennegrecidos. Caelan aún sentía el hedor del demonio en la garganta, como si la sangre que había derramado no se hubiera secado del todo. Aunque estaba limpio, no se sentía limpio.
Vorian estaba de pie frente a una mesa amplia, trazando círculos con tinta oscura sobre un pergamino viejo. Su mano no temblaba. Nunca temblaba. Pero su voz era más baja que de costumbre.
—El demonio no estaba solo. Lo que vimos eran marcas de invocación en secuencia. Sellos menores alrededor del portal. Eso era un santuario. Para ellos.
Caelan estaba sentado, aún con la espada cerca, como si temiera que el silencio se rompiera de nuevo.
—¿Quién les enseña esos nombres? ¿Quién les da los símbolos? No era un acto de locura… era liturgia.
Vorian asintió con un leve gesto. El resplandor del fuego apenas alcanzaba a iluminar su rostro.
—Un culto. Antiguo, pero activo. Los signos estaban vivos. Usaban sangre fresca, no tinta. Están organizados. Lo que enfrentamos fue solo un siervo.
Caelan se inclinó hacia la mesa, con las cejas fruncidas.
—Entonces hay más. ¿Y no piensas informar al Consejo?—No. —Vorian alzó la vista—. Los del Consejo discuten símbolos mientras la oscuridad aprende nuevos nombres. Si les decimos que el culto se ha reactivado, enviarán inquisidores y provocarán una guerra santa. Necesitamos cazadores, no fanáticos.
Caelan se levantó, sintiendo por primera vez en días que su pulso era suyo.
—¿Quién?
—Los que han mirado al abismo y no han retrocedido. Los que no esperan redención, pero aún la buscan para otros.
Se miraron. No como maestro y pupilo, sino como dos sombras que sabían demasiado.
—Los Observantes han estado escondidos demasiado tiempo —dijo Vorian—. Es hora de que algunos de nosotros salgan a la superficie.
—Entonces déjame buscarlos. A los primeros. Gente que no necesite promesas. Solo propósito.
Vorian sonrió apenas. Un gesto tan raro que parecía dolerle.
—Ya tienes uno. Empieza contigo.





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