domingo, 15 de mayo de 2016

[Sr. Marrón] Historias de una Nueva Guerra (Warmachine Mk3): Agathia

Buenas, pues aquí tenemos otro relato, traducido de nuevo por Borzag a través de su blog Minis de Cómic,(de nuevo genial y gracias por el curro). Esta vez nos presentan a la nueva warcaster de cryx, que lo disfrutéis:



ATADO EN LAS SOMBRAS

de Zachary C. Parker

- “Tan frágil...” - dijo Agathia, apretando más fuerte la garganta del druida.
Sonó un satisfactorio crujido, y el cadáver con túnica negra cayó flácido sobre el suelo del pasadizo subterráneo, enviando motas de polvo flotando entre los huesos de los muertos. Su alma soltó un grito de terror al ser atraída al interior de una de las ornamentadas jaulas que colgaban de su muñeca. Hasta ahora, la presencia del Círculo Orboros había sido mínima, y los pocos guardianes que se había encontrado estaban poco preparados para alguien de sus capacidades. Los druidas siempre trabajaban en manadas, pensó, y por lo tanto habría más por allí cerca. El Círculo valoraba esas ruinas como lugar de poder, y Agathia sabía que su territorialidad para con esos sitios era feroz.

La bruja miró al cadáver con sus ojos ardiendo. Sus rasgos eran hermosos y afilados, como esquirlas de un decorado cristal, pero también eran un reflejo de su rota y peligrosa mente. Una mano descansaba en la empuñadura de la guadaña que descansaba sobre sus delgados hombros y cuya hoja estaba cerca de tocar el bajo techo, y una larga cadena de la que colgaban el par de jaulas de almas envolvía su brazo.

La forma mecánika de un Deathripper estaba quieta a su lado, con su horno de necrotita lanzando un brillo verde sobre el túnel y bañando los huesos con sombras parpadeantes. El siervo óseo hizo repiquetear sus mandíbulas y ladeó su cabeza para mirar a Agathia. Aunque el chasis de la máquina había sido forjado recientemente en los necrofactoriums de Skell, su córtex era antiguo, y ella había llegado a apreciar sus instintos. Sus talentos como hechicera de guerra le permitían mantener una conexión mental con el siervo, y sintió su deseo de avanzar. Ella alzó un brazo y rozó su cabeza esquelética con las garras afiladas de su guantelete, incitando algo parecido a un ronroneo metálico.

En lo más profundo del complejo, un monumento a las fuerzas de la muerte cantó. Hasta hace poco, Agathia había sido asignada al vacío, el lugar oscuro entre mundos en que no había ni vida ni muerte auténticas, y a causa de esto su sensibilidad a la llamada de la muerte era fuerte. El poder imbuido en las ruinas que la rodeaban le trajo la sensación del vacío, mandando un escalofrío de placer a través de su columna. En una cámara que los druidas ni siquiera sabían que existía encontraría lo que el Lich Lord Tenebrous deseaba, estaba segura. Había mandado a uno de sus sirvientes incorpóreos para que limpiase el camino.

Unos disparos sonaron amortiguados más adelante en el túnel, y un momento más tarde una figura fantasmal emergió flotando delante de ella. Un revólver largo descansaba en cada una de sus manos esqueléticas. En vida, el espectro había sido uno de los mejores pistoleros de las islas Scharde. En la muerte, estaba vinculado a su voluntad.

- "¿Se ha acabado?" - preguntó Agathia.

El espectro asintió – "Les di a muchos entre los ojos" – dijo, tocando con el cañón de su revólver su frente sin piel. Incluso el más bajo de los muertos tenía sus placeres, y el espectro nunca se cansaba de tirotear a los vivos.


- "Espérame arriba" – ordenó Agathia. El espectro asintió de nuevo y flotó hacia arriba, a través del techo de piedra, como si no estuviera allí. Ella sintió su fuerza vital moviéndose para unirse a los dos siervos infernales que había dejado al nivel del suelo, ya que sus estructuras masivas eran demasiado grandes para los estrechos pasadizos subterráneos.

El túnel derivaba en una habitación grande con un altar gradado en su centro, y Agathia reconoció la influencia de los Orgoth en los retorcidos rostros de mármol negro que adornaban el altar y los escalones. Aun así, este lugar precedía a esos invasores, habiendo sido construido para realizar sacrificios de sangre mucho antes de que la historia empezase a registrarse.

Un constructo humanoide construido de piedra y de madera, lo que los druidas llamaban un wold, permanecía de pie, a medio terminar, en medio de los cadáveres de sus creadores, druidas asesinados por el espectro pistolero. Fuera cual fuera el poder que había atraído a los Orgoth a este lugar también lo había hecho con el Círculo Orboros, y por toda la cámara había señales de la magia de sangre que se usaba para dar vida a estos torpes constructos.

Los señores nigromantes del Padre de los Dragones habían obtenido mucho conocimiento de sitios como este después de que los Orgoth hubiesen sido expulsados del continente. No era de extrañar que el Lich Lord Tenebrous la hubiese mandado aquí con nada más que unos rumores sobre un tomo antiguo y casi olvidado, un libro del que se susurraba que detallaba un saber esotérico Orgoth que no podía ser encontrado en ningún otro sitio.

Recorrió con sus manos los muros exteriores y dejó que los horrores persistentes de este sitio llenaran su mente, hasta que llegó adonde la energía era más fuerte. Las runas brillaron ante su mano estirada, y la estructura de hierro de su Deathripper se desvaneció y se volvió incorpórea, similar al espectro. Una orden mental mandó al siervo óseo a través del muro. Con una última mirada al altar, lanzó el mismo hechizo sobre sí misma y le siguió.

Unas estanterías llenas de tomos mohosos y de tarros con fluidos variados se alineaban en los muros de la cámara oculta. La luz verde que surgía del motor de necrotita del siervo óseo lanzaba unas sombras cambiantes sobre un podio situado contra el muro más lejano, y allí, Agathia vio aquello que había ido a recuperar.

Aún estando cubierto por siglos de polvo, el libro era tal como Lord Tenebrous lo había descrito: grande, con cubiertas de cuero grabadas con símbolos desconocidos, y envuelto en cadenas

aseguradas por un cerrojo de hierro negro. Agathia caminó hasta el podio y acarició el tomo. Sintió el poder que sellaba sus páginas y supo que se requeriría una cantidad significativa de tiempo y de esfuerzo para abrirlo sin dañar su contenido. De antiguas reliquias como esta nacía la magia oscura que los señores nigromantes empleaban para reforzar a sus ejércitos como parte de su misión eterna de restaurar al Padre de los Dragones a su plenitud destruyendo a cualquier mortal que se pusiera en su camino.

Nada más hubo levantado el libro de su lugar de reposo una punzada de alarma proveniente de sus siervos infernales irrumpió en su consciencia. Por encima, las fuerzas del Círculo Orboros habían llegado. Colgó las cadenas del tomo de su cinturón y ascendió hacia la lucha.

La luna colgaba pálida sobre los obeliscos anillados de Nine Stone, donde rugía una batalla. En mitad de las piedras más antiguas yacían los fragmentos rotos de los guardianes originales del sitio, destruidos por los siervos de Agathia. Los disparos del espectro resonaban en la noche, por encima del rugido de los motores de necrotita. Figuras embozadas (quizás una docena en total) corrían a toda velocidad entre las enormes piedras y lanzaban algún rayo ocasional de poder elemental antes de ponerse otra vez a cubierto.

Entre los sonidos de la batalla se alzaban los aullidos de una gran bestia salida de las tierras salvajes para acabar con aquellos que se atrevían a traspasar los terrenos del Círculo. La musculada forma de un warpwolf salvaje saltaba de una piedra a otra, evitando los disparos del espectro pistolero y buscando un ángulo de ataque. La criatura se movía con una velocidad imposible, con sus músculos ondulando y la baba volando desde sus mandíbulas mientras mordía el aire nocturno. Ella oyó en la distancia los aullidos de otras criaturas que se aproximaban.


A su orden mental, el Slayer y el Reaper retrocedieron para escudarla con sus estructuras de hierro negro contra la andanada de hechizos entrante. El aire crujió por la energía cuando rayos arcanos rasgaron el aire, haciendo que los siervos infernales se tambalearan con cada impacto. Habiendo perdido el elemento sorpresa, la fuerza que ahora rodeaba a Agathia representaba los límites de lo que ella podía manejar. Si huía, el warpwolf la alcanzaría, incluso a pesar de sus notables talentos arcanos. No, debía salir de aquí luchando. No negaría su premio a Lord Tenebrous.

Estudió los alrededores a través de los ojos de su Slayer y localizó a un grupo de druidas que se amontonaban detrás de un muro bajo. Con una orden mental, ordenó a su Deathripper que se acercase a su posición. Su horno de necrotita brilló con fuego verde al salir disparado de repente, al correr a toda velocidad desde su posición a su lado, y mientras esquivaba la granizada de energía arcana que le lanzaban a medida que se acercaba al muro.

Runas de hechizo destellaron, y el alma que Agathia había reclamado del druida que estaba en el subsuelo se retorció, se transformó en humo, y desapareció, consumida para potenciar su magia. Lanzó su hechizo hacia delante, a través del arco nodo de su siervo óseo, el cual brilló con una luz intensa al lanzar el hechizo aún más adelante. En el instante siguiente, los enemigos que estaban tras el muro estaban envueltos en llamas, llenando la noche con gritos de agonía antes de convertirse en cenizas.





Un aullido atravesó las piedras y el warpwolf embistió a su Slayer. El choque sonó tremendamente cuando la bestia derribó al siervo infernal de seis toneladas. Bestia y máquina rodaron por el suelo en un revoltijo de gruñidos, chorros de vapor, y garras cortando. Otro conjunto de runas brilló ante Agathia, y la bruja se desvaneció a tiempo de evitar ser aplastada, solo para reaparecer un instante después a varios metros de distancia.

Viendo que estaba expuesta, los druidas salieron de su cobertura y avanzaron a toda velocidad para aprovechar su ventaja. El Reaper de Agathia disparó su cañón de arpones y alanceó a uno en el estómago. Mientras tiraba del cadáver los druidas restantes llegaron, preparados para matar a la bruja en combate cuerpo a cuerpo.

Agathia levantó su guadaña de sus hombros y la hizo girar a su alrededor en un amplio arco. El arma golpeó en la cara a la que iba delante, eliminando la barbilla de la mujer y tirándola al suelo para que derramase su sangre sobre la tierra. El alma de la druida se alzó en el aire, y Agathia canalizó su esencia en un hechizo que desató una energía parasitaria que extrajo la fuerza de los druidas restantes y, simultáneamente, creó una capa protectora de oscuridad alrededor de si misma.

Se lanzó de cabeza contra los druidas, girando mientras les partía con su guadaña como si fuera una trituradora. Las comisuras de sus labios se crispaban hacia arriba al sentir la desesperación palpable de los supervivientes, quienes estaban horrorizados por verla usar el alma de su camarada. Un voulge penetró en su guardia y clavó su punta cerca de dónde colgaba el tomo Orgoth, pero la oscuridad que la rodeaba redujo el golpe, y ella contraatacó con fuerza. Su guadaña abrió a uno desde la ingle hasta el esternón, para, a continuación, invertir la dirección del golpe y pillar a un segundo druida en el arco descendente.

A través de su conexión mental con su Slayer, pudo sentir a la máquina esforzándose mientras forcejeaba con el warpwolf. El brazo derecho del siervo infernal colgaba, ahora inútil, de una sola varilla, y los pistones y los servos se tensaban mientras la máquina intentaba repeler a su asaltante. El warpwolf conectó un golpe tras otro, aplastando la placa facial del Slayer antes de lanzarla hacia un lado. El lazo mental de Agathia con el siervo fue cortado violentamente cuando su córtex fue obliterado bajo el asalto. Un gran aullido fue creciendo mientras la bestia se deleitaba sobre el chasis inerte del Slayer. Entonces, el warpwolf fijó su mirada sobre Agathia y salió disparado hacia ella.

De forma refleja, se teletransportó detrás de la bestia, dejando que se estrellara justo allí donde ella había estado. Su instinto fue ordenar a su Reaper que se colocara entre ella y el warpwolf, pero perder al segundo siervo infernal sería ciertamente desastroso.

La bestia saltó hacia atrás para levantarse, alzarse en toda su estatura, y la enseñó los dientes, con sus ojos brillando llenos de rabia. Cargó, y Agathia corrió, gritando a su espectro pistolero - “¡Acaba con esos místicos!”

El restallido de los disparos se reanudó cuando el espectro avistó a los expuestos druidas y mandó a dos de ellos al suelo sujetándose sus heridas, pero los otros continuaron su asalto. Sin el elemento sorpresa que había tenido en los túneles, el espectro pistolero era vulnerable. Su forma incorpórea no le otorgaba ninguna ventaja contra la magia elemental del armamento de los druidas. Giró sobre si mismo cuando un rayo arcano le pilló en el hombro, y en un momento el golpe de un voulge acabó con él. El espectro había sido un sirviente de confianza, pero el sacrificio era necesario.


El warpwolf ya estaba a unos pocos metros de Agathia, y el mundo pareció ir a cámara lenta cuando la bestia transfirió su inercia para prepararse para saltar. Forzándose a ignorar las garras que se estiraban hacia su espalda, Agathia tomó el control directo del Reaper y disparó su arpón, ya recargado, contra el warpwolf. Vio al arpón surcar el aire y atravesar a la forma, suspendida en el aire, del warpwolf, esparciendo un chorro de niebla cálida y roja. Sonidos guturales de dolor y rabia surgieron de la bestia, que arañaba y azotaba el aire, mientras era arrastrada hasta los pies del Reaper. El eje impulsor infernal del siervo la perforó en varios golpes decisivos. La batalla había terminado.

Los druidas restantes huyeron, y Agathia lanzó un hechizo al más cercano, consumiéndole entre llamas. Consideró el cazarlos pero decidió no hacerlo. Tenían otros aliados cerca, y no arriesgaría el libro que Tenebrous le había mandado reclamar. Miró hacia abajo, adonde colgaba de su cinturón, y sonrió. No se la esperaba de vuelta en Skell hasta dentro de algún tiempo, y había mucho que aprender.

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