miércoles, 19 de octubre de 2022

[Sr Rubio] Nisdey: el fin de una era

Buenas! 

Sí, sé que esto llega tarde... pero no encontraba la inspiración ni el tiempo para escribirlo. Hasta hoy. 

Tenéis aquí lo que podría considerarse el fin de la campaña de Oathmark para el Reino de Nisdey. La campaña fue muy divertida, pero creo que gané sólo una partida de todas xD Hubo derrotas por los pelos, hubo masacres y hubo casi-victorias :P 

Así que... esto es lo que opina Ratón de todo este asunto de la guerra. Acompañadnos...

"Ratón estaba sentado en su trono. A su lado, aburrida, estaba Minué, o la cosa en que se había convertido. Desde aquel viaje a los humedales, desde aquel fatídico día en que le pidió ayuda a su tío Walt, la había ido perdiendo. Poco a poco, pero de manera irreversible. 

Pero la seguía amando con locura, y su sola visión conseguía traer un poco de paz a su atormentada alma. A veces. Otras, verla, ver en qué se había convertido, como no tenía el más mínimo respeto por las vidas de los demás… le hacía preguntarse si había valido la pena. Todos los años de estudio, todos los sacrificios, todas las muertes… ¿Habían valido la pena? ¿Había conseguido salvar el reino de su padre?

Minué de Nisdey

Escuchando a su chambelán, parecía ser que no. Sus ejércitos iban acumulando derrota tras derrota, y sólo el hecho de que podía volverlos a convocar a voluntad evitaba que las tropas de Greoria estuvieran sentadas en el trono que él ocupaba. Eso sin olvidar las incursiones enanas, aunque estas parecía que se centraban sólo en la zona controlada por Elliot – tendría que preguntarle por qué, al viejo general élfico. 

Por supuesto, los humanos y los enanos no eran los únicos que querían atacar el reino de su padre. Los halflings de Almhorzar también habían realizado una serie de incursiones en las tierras fronterizas, sin que ni Ratón ni ninguno de sus consejeros pudieran saber por qué. ¿Qué podrían haberle hecho a los pacíficos medianos para provocar sus iras de semejante manera? 

Y, si había que hacer caso a Walt, no eran los únicos realizando incursiones. Había otro ejército luchando dentro de sus fronteras. Pero estos no parecían tener una base fija de operaciones, ni líneas de suministro, ni nada parecido. Solían llegar, luchar y desaparecer. 

Todos estos enfrentamientos estaban minando la moral de Ratón. Él, que sólo quería que le dejaran en paz. Él, que sólo quería proteger a las gentes de Nisdey del mal que acechaba en el mundo. Él, que lo único a lo que aspiraba era a mantener seguro el reino de su padre, para podérselo entregar a sus sucesores. Él, que…

Sucesores… Ratón miró a Minnie, enamorado, sólo para verla jugando con una rata, como un gato aburrido. Al verla, el gesto se le agrió, y todos los sueños que pudo tener alguna vez, sueños de una casa en los Humedales, donde poderse hacer viejos, y ver a sus hijos crecer… esos sueños acabaron hechos añicos. Ratón ya era viejo… mucho más viejo de lo que quería reconocer. No iba a poder entregar el reino a sus sucesores, pero podía encargarse de mantenerlo intacto, tal y como su padre se lo dejó a él. El sueño había muerto, pero él entendía bastante bien a la Muerte…

- Basta, por favor. – interrumpió a su chambelán, cansado – No quiero seguir escuchando. Esta guerra ha sido una mala idea desde el principio, y le pongo fin ahora. Quiero que enviéis emisarios a las diferentes naciones: decidles que Nisdey se retira de la guerra. No volveremos a lanzar ofensivas en suelo greoriano, ni atacaremos a los medianos. Nunca hemos tenido nada contra el reino enano de Belgerost, así que no hace falta recalcar que no les atacaremos. Y sobre este ejército fantasma… si no existen, no podemos atacarlos ni declararles la guerra. Enviad a nuestros hombres más rápidos; o mejor, a los más incansables. Que viajen día y noche, sin descansar. Todos sabemos que eso no es un problema para nuestras tropas. Quiero acabar esta guerra lo antes posible. Nisdey no será el atacante nunca más. Pero no por eso dejaremos el reino indefenso. Que lo sepan también. 

- Michaelus, sobrino, ¿estás seguro de esto? 

- Sí, tío. Nunca debí dejar que me convencieras de que era buena idea esta guerra de expansión. Nisdey es uno de los reinos más grandes y prósperos; no tenemos ninguna necesidad de expandirnos. 

- Pero es una oportunidad única… la situación es convulsa, podemos aprovecharnos para…

- ¡BASTA! Sigo siendo el Rey de Nisdey, y mi palabra se respetará por lo que es: la Ley. 


Walt iba a contestar, mientras sus labios formaban una mueca, pero antes de poder hacerlo, Michaelus de Nisdey, Ratón, Rey Nigromante, volvió a hablar. Y sus palabras, suaves en forma, estaban respaldadas por poder. Un poder puro, negro, procedente de la misma Thylerr. Un poder que pedía ser usado. Un poder que traía promesas, promesas de una vida eterna al servicio de su voluntad. 

Un frío viento se levantó en la sala, levantando el polvo y removiendo los harapos de la túnica de Ratón, mientras este hablaba. Y Walt escuchó…

- ¿Sí, tío Walt? ¿Te atreverás a desobedecerme abiertamente? Sé que eres poderoso, oh sí. Y viejo. Y que sabes mucho… Pero resulta que yo soy viejo también. Y poderoso. Y la Muerte es mi aliada, una vieja amiga casi. Siempre la muerte de los demás, nunca la mía propia. ¿Quieres probarme, tío Walt? Te estás preguntando si podré lanzar cinco o seis hechizos, ¿verdad? ¿Quieres jugar, tío Walt? ¿Te sientes afortunado? – mientras hablaba, una fantasmal máscara cadavérica se superponía al rostro de Ratón, prometiendo con su fría mirada una muerte nada rápida e indolora. 

- Sólo soy un consejero del Rey, sobrino. – Walt rebajó el tono, sabiendo que este no era el momento de provocar a Ratón. – Lo que mi Rey diga, eso haremos. 

- Bien. Y ahora, marchaos. Cumplid mis órdenes, y dejadme descansar. 

Walt, Minué y el resto se marcharon, dejando a Ratón solo con sus pensamientos, en la oscuridad de su sala del trono, habitada sólo por cosas muertas… 

En sus aposentos privados, Walt despotricaba, mientras destrozaba el mobiliario y a algunos sirvientes despistados. ¡Cómo se atrevía ése mocoso malcriado a provocarlo de esa manera! A él, al que le debía todo. Suyos eran los libros que le habían permitido aprender magia. Suyos también los hechizos que le permitieron levantar a los muertos. Suya era también la maldición que había provocado todo esto al principio, así como suya era la Reina… 

Minué, sentada en un sillón, observaba con fascinación a su sire. 

-¿Qué vas a hacer, “tío” Walt? – de alguna manera, consiguió que el apelativo familiar sonara burlón, despectivo incluso. - ¿Vas a hacer caso a mi querido esposo? 

- Minnie, querida… yo no soy ese ratoncito que tienes por marido. A mí vas a respetarme, o te destruiré tan fácilmente como te di la vida. – la amenaza, dicha en un tono casual, tuvo el efecto previsto, convirtiendo a la fiera Minué de Nisdey en poco más que una gatita asustada. – Por supuesto que no voy a hacerle caso. Llevo mucho tiempo en esta tierra; Nisdey es lo que es porque yo así lo quise. Yo uní a las dos grandes casas; yo me encargué de que no hubiera elfos en el reino; y yo conseguiré que las fronteras de Nisdey sean tales que hasta los Reyes Dragón de Sisartan temerán mi poder… 

No, no pienso hacerle caso. Sencillamente, abandonaremos la guerra convencional y volveremos a ser criaturas de leyenda, como llevo haciendo tanto tiempo… Y, si Ratón se sigue interponiendo, tal vez vaya siendo hora de liberarlo de su carga. La Reina, aunque esté de luto, podrá seguir gobernando Nisdey. ¿No es así, chiquilla?

La risa que se escuchó en la noche provocó que los pocos seres vivos del castillo tuvieran pesadillas esa noche… 

Lejos, en el norte, en las tierras gobernadas por el Gran Blanco tiempo ha, un espía elfo entregaba su informe al Archiduque M’halaed’ictis, líder de la Ordo Draconis. Este, una vez leído, fue a informar a la Reina Dragón. 

- Así que Ratón ha declarado la paz. Bien, eso quiere decir que los ejércitos de Surtan son libres de nuevo para moverse por el territorio. Y si los humanos han renunciado a defenderse, no así los elfos de Surtan. Mantendremos las fronteras libres de humanos, y si es posible, nos expandiremos dentro de Nisdey. 

Nuestra magia ha permitido evitar que esta “enfermedad del alma” ataque a nuestras tropas y a nuestra tierra; tal vez sea el momento de llevar la bendición de la magia élfica al resto del territorio. Lástima para los humanos que la magia élfica venga siempre acompañada de acero élfico… y de dragones.

Archiduque, ha llegado el momento. Conquistaremos Nisdey desde dentro, y una vez nuestro poder aquí sea fuerte, atacaremos al resto de reinos humanos… y por último, a Sisartan. Surtan será la capital de un nuevo imperio élfico, uno como no se ve desde la época de Sisartan I. Y yo seré su emperatriz: Arandielle I, la más hermosa de los Reyes Dragón… y también la más peligrosa. 

Retiraros, M’hal. Empezad a planificar la campaña militar. Y recordad que, en teoría, le debemos servidumbre a Michaelus… intentad no ser muy evidente con los movimientos de las tropas. 

- Sí, mi Re… mi Emperatriz – y, con una reverencia, el Archiduque M’halaed’ictis abandonó la sala del trono, dispuesto a preparar una nueva guerra que haría que la anterior fuera vista como un juego de niños… "

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario