lunes, 21 de julio de 2025

[Sr. Marrón] Kharadorn: ¿Una promesa vacía?

 I. Noche sin reflejo

La sala era oscura, salvo por las pulsaciones suaves de la cúpula de energía que marcaba su contorno. Bajo la superficie de cristal vivo, miles de filamentos de luz se entrelazaban lentamente, como si formas invisibles tejieran pensamientos en la sombra.

Maelirien permanecía inmóvil en el centro del círculo de comunión, sus manos cruzadas sobre un bastón ornamentado con filamentos psíquicos que danzaban como zarcillos. Su túnica, de intensos tonos naranja y amarillo, fluía como luz solar cautiva. La armadura negra que asomaba bajo los pliegues, marcada con filigranas en espiral, reflejaba el estilo austero de Lugganath. Sus ojos, velados por un cristal ámbar, contemplaban más allá de la realidad visible.

Frente a él, surgida del vacío con el sigilo propio de su Templo, Esyaril inclinó la cabeza. Su armadura, oscura como obsidiana bruñida, proyectaba reflejos rojizos sutiles con cada movimiento, como si una brasa oculta ardiera en sus placas. El generador disforme de su espalda zumbaba como una telaraña al borde de la rotura.

—Tus visiones me traen de vuelta —dijo la Exarca, su voz hueca, como si otra entidad hablara desde dentro—. Vi el patrón en mis sueños: el Ojo de la Telaraña que no parpadea. El Loto Muerto... ¿es real?

Maelirien asintió.

—Lo es. Y está muriendo. Las hebras que lo protegen se enredan con corrientes ajenas. Squats... Orkos... incluso Eldar que han olvidado quiénes son. Pero aún respira, y nos llama.

—No es solo un lugar —murmuró Esyaril—. Es una trampa para almas.  ¿Qué deseas encontrar?

—Respuestas —respondió el Vidente—. Y una promesa. Las ruinas son de antes del Grito. Tal vez contengan fragmentos de nosotros mismos. No puedo llegar solo.

—Entonces no estás solo —declaró Esyaril. Con un gesto casi invisible, su generador disforme se activó, y desapareció como una sombra entre dos latidos.


II. Cautela

En una cámara auxiliar de la sala de Convocación, donde las paredes cantaban con las voces de los Muertos del bosque de Hueso Espectral, Maelirien aguardaba frente a una matriz de comunicación cristalina. Resonancias suaves vibraban desde el nodo central, trazando ecos de una voz distante.


Kael’tharas, el capitán corsario de la Hermana de Éxtasis Silencioso, apareció como una proyección etérea, de pie con una expresión de media sonrisa que no era burla ni cortesía. Su armadura ceremonial, decorada con los colores de la Sunblitz Brotherhood, relucía con oro, escarlata y esmeralda, formando un aura de desafío glamuroso. Detrás de él se adivinaban figuras, otros corsarios reunidos, naves preparándose, promesas selladas por intereses menos espirituales.

—Sois más silenciosos que los Arlequines —dijo—. Casi pensé que era una trampa. Pero no huelo a traición. Solo a pasado.

Maelirien inclinó la cabeza levemente.

—Los ecos del pasado son más fiables que las palabras frescas. Me alegra que tus pasos sigan cruzando las vetas del Destino, capitán.

Kael’tharas suspiró.

—No puedo comprometer todos mis recursos, aún no. Pero tengo hombres. Naves. Contactos entre los Exoditas de la región. Llegaré al planeta en cuanto los hilos estén anudados.

Maelirien alzó la palma. Un mapa fragmentado se desplegó en el aire: rutas quebradas de la Telaraña convergían sobre un orbe envuelto en bruma azulada: Kharadorn.

—Una semilla enterrada antes del Grito aún palpita bajo ese cielo —murmuró—. Y sobre ella, crecen raíces hostiles. Mineros encorvados por el metal, bestias de guerra alimentadas por ruido… Y también guardianes, nuestros hermanos salvajes que recuerdan sin comprender.

Kael’tharas observó el mapa sin disimular su interés.

—Vendré. Pero no antes que tú.

—La avanzadilla ya ha partido —dijo Maelirien—. El Silencio en Forma de Lanza me acompaña. Cruzaremos primero. Abriremos el espacio donde la Ruina duerme. Tú llegarás cuando la tierra haya escuchado nuestro nombre.

—Muy poético. Me gusta. Hasta entonces, Vidente.

La proyección se desvaneció.

A su espalda, como si siempre hubiera estado allí, ella emergió del velo. Su armadura aún reflejaba luz rojiza con el pulso de lo disforme. Silencio en Forma de Lanza: era así como la llamaban en los registros más antiguos del Templo. Maelirien nunca usaba su título formal.

—¿Y si llega demasiado tarde? —preguntó ella con voz hueca.


Maelirien no se volvió.

—El destino no mide el tiempo. Solo lo ordena. Él vendrá cuando la hebra se tense. O se romperá.

Ella no respondió. Solo pulsó el generador de salto con un breve zumbido grave, como una telaraña templada para la caza.

Y la avanzadilla de Lugganath desapareció en la negrura del portal, rumbo a Kharadorn, donde los huesos de los antiguos aún hablaban... y la guerra empezaba a escucharlos.





Si has perdido parte del significado de este breve relato, no te preocupes, eso es que eres un Mon-keigh, y se te escapa la manera de expresarse de los hijos de Isha.

Y te preguntarás ¿A qué viene esto? 

Bueno, se trata de un proyecto muy a largo plazo, que voy pintando poquito a poco. Y es que a raíz de una partida de Warhammer 40,000 de 2º Edición, se nos ocurrió la idea de hacernos una pequeña fuerza de combate cada uno, y enfrentarlas, todavía no sabemos si en una campañita o partidas sueltas. Ya veremos. 

En mi ratos libres voy pintando un ejército Aeldari de Lugganath (incialmente era para jugar a 10th, pero al final se está convirtiendo para jugarlo en 3º), pero con esto volveré a mis orígenes, a hacerme con figuras Eldar, eso implicará un poco de Oldhammer.

Por ahora sólo puedo decir: permaneced atentos a este blog.




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