¿Qué tal? ¿Seguimos con las historias de las nuevas personalidades? Esta vez una de mis favoritas: el nuevo Warlock Trollblood . Otra traducción por cortesía de Borzag en Minis de Cómic (de nuevo, muchas gracias)
Guardián de las Piedras
de Aeryn Rudel
Ragnor salió de la cueva y se encontró a Crag, su trol matón, con un pie sobre el cuerpo postrado de una trollkin.
- “¿Comer?” – preguntó el trol cuando vio a Ragnor.
Ragnor reconoció el patrón del quitari de la trollkin como perteneciente a uno de los kriel de las montañas cercanas. Su hacha y su escudo estaban en el suelo, a su alcance, aunque no se movió hacia ellos.
- “¿Ragnor… Skysplitter?” – dijo la trollkin, luchando para poder hablar a causa de los cuatrocientos kilos de trol que estaban sobre ella.
- “¿Comer?” – preguntó de nuevo Crag, mas insistentemente.
Ragnor hizo una pausa. Odiaba que le distrajeran mientras estaba reconstruyendo un prometedor fragmento de piedra de kriel, pero no quería que Crag cogiera el hábito de comer trollkins – “Déjala que se levante, Crag”.
- “No comer” – dijo Crag, dejando patente su decepción. De haber querido, Ragnor podía haber forzado al trol para que se apartase, pero había descubierto que, si era posible, era mejor instruirlos. El trol alzó su pie y dio un paso atrás, dejando que la inmovilizada trollkin se pusiera en pie.
- “Yo soy Ragnor. ¿Quién eres tú? ¿Por qué me molestas sin haber sido invitada?” – preguntó Ragnor.
- “No lo he hecho con ligereza” – dijo la trollkin levantándose. – “Soy Teshar del kriel Nortol. He venido a pedir tu ayuda. Mi aldea está asediada por enemigos, elfos de piel blanca acompañados por bestias escamadas. Muchos de mi kriel han muerto.”
- “Nyss infectados y engendros de dragón” – dijo Ragnar, rascándose las excrecencias pedregosas de su barbilla. – “Pensaba que habíamos limpiado esta área de ellos”.
- “Hemos oído las historias de tus batallas, de tu poder sobre la tierra y la piedra. Conocemos tu dominio sobre nuestros primos de sangre pura. Con tu fuerza y la suya podríamos…”
- “No” – dijo Ragnor. – “Me gusta mi soledad y no estoy buscando pelea”.
- “Pero los Nyss han instalado un campamento en el valle a las afueras de nuestra aldea y están realizando incursiones casi a diario, llevándose los cadáveres para…”
- “Espera” – dijo Ragnor, dando un paso hacia ella – “¿Qué valle?”
Teshar, confusa, frunció el ceño. - “Al sur de nuestra villa, en los Dientes de Horrum.”
La ira se avivó en las tripas de Ragnor. Los Dientes de Horrum eran cinco antiguas piedras de kriel que databan de los tiempos de las primeras runas talladas sobre piedra por los trollkins. Era su proximidad, y la de otros sitios, la que había traído a Ragnor a asentarse aquí. Eran sagradas, parte del primer vínculo entre Dhunia, las piedras que eran su cuerpo, y sus hijos favoritos. El pensar en monstruosidades infectadas por la plaga ensuciándolas le revolvía el estómago. – “Trataré con ellos” – dijo.
Teshar inclinó su cabeza. – “Gracias, Skysplitter.” Recuperó su hacha y su escudo bajo la mirada vigilante de Crag. – “Reuniré a mis guerreros de inmediato”.
Ragnar negó con la cabeza. – “No haríais otra cosa que estorbar y poner en peligro a las piedras. Mantén a tus guerreros donde son necesarios: protegiendo vuestra aldea. Trataré con este enemigo personalmente”.
Teshar dudó brevemente, y Ragnor vio alivio en sus facciones. No le emocionaba luchar contra engendros de dragón, y el brujo no la podía culpar por ello. Dio las gracias de nuevo y se fue rápidamente de vuelta con su gente.
Ragnor dijo – “Prepárate, Crag. Hay engendros de dragón que combatir”.
Crag meneó su cabeza, con un aspecto triste. – “Saben mal” – dijo, pero fue a por su escudo y la cadena atada a una bola con pinchos que usaba como arma.
El valle era viejo, una grieta en las montañas que una vez ocupó un próspero kriel trollkin. Las piedras que dieron su nombre a este lugar sobresalían de la tierra en el extremo septentrional del valle como si fueran grandes colmillos grises. Era un lugar sagrado, impregnado de las energías olvidadas de una era en la que las runas de poder arcano eran nuevas. Para Ragnor, quien había preservado meticulosamente el lugar durante muchos años, la presencia de los intrusos era imperdonable. Conocía al enemigo: Nyss corruptos por las viles energías de un dragón. Sus cuerpos estaban retorcidos y malformados, tachonados de escamas y de espinas, y sus ojos eran desalmados orbes negros.
Desde donde estaba situado, muy por encima del fondo del valle, Ragnor podía contar debajo de él como a una docena de infantes armados con hojas largas. Caminaba junto a ellos un masivo carnivean. Este horror escamado tenía seis miembros, una cabeza grande, y unas vastas fauces llenas de filas de dientes afilados como cuchillas. Al igual que otros engendros de dragón era ciego, aunque podía sentir su alrededor a través de otros medios, en cierto modo mejores que los de una bestia natural.
Ragnor contactó con las mentes de sus trols. Había llevado con él a sus tres más fuertes. Eran duros, resistentes, habían sido probados en la batalla, y siempre estaban hambrientos. Juk y Grash, un hachero y un empalador que habían estado con él durante años, esperaban cerca de la entrada al valle. Crag era el más cercano, situado a solo unos pocos pasos de distancia, y miraba fijamente al enemigo mientras su rabia y su hambre aumentaban. Sujetaba su escudo en su mano izquierda y su cadena con bola de pinchos en su derecha. Con casi tres metros de altura y media tonelada de peso, podía partir por la mitad una roca con ese flagelo. Los tres trols eran simples, directos y carentes de maldad: características que Ragnor apreciaba. Les confiaba su vida.
El valle era viejo, una grieta en las montañas que una vez ocupó un próspero kriel trollkin. Las piedras que dieron su nombre a este lugar sobresalían de la tierra en el extremo septentrional del valle como si fueran grandes colmillos grises. Era un lugar sagrado, impregnado de las energías olvidadas de una era en la que las runas de poder arcano eran nuevas. Para Ragnor, quien había preservado meticulosamente el lugar durante muchos años, la presencia de los intrusos era imperdonable. Conocía al enemigo: Nyss corruptos por las viles energías de un dragón. Sus cuerpos estaban retorcidos y malformados, tachonados de escamas y de espinas, y sus ojos eran desalmados orbes negros.
Desde donde estaba situado, muy por encima del fondo del valle, Ragnor podía contar debajo de él como a una docena de infantes armados con hojas largas. Caminaba junto a ellos un masivo carnivean. Este horror escamado tenía seis miembros, una cabeza grande, y unas vastas fauces llenas de filas de dientes afilados como cuchillas. Al igual que otros engendros de dragón era ciego, aunque podía sentir su alrededor a través de otros medios, en cierto modo mejores que los de una bestia natural.
Ragnor contactó con las mentes de sus trols. Había llevado con él a sus tres más fuertes. Eran duros, resistentes, habían sido probados en la batalla, y siempre estaban hambrientos. Juk y Grash, un hachero y un empalador que habían estado con él durante años, esperaban cerca de la entrada al valle. Crag era el más cercano, situado a solo unos pocos pasos de distancia, y miraba fijamente al enemigo mientras su rabia y su hambre aumentaban. Sujetaba su escudo en su mano izquierda y su cadena con bola de pinchos en su derecha. Con casi tres metros de altura y media tonelada de peso, podía partir por la mitad una roca con ese flagelo. Los tres trols eran simples, directos y carentes de maldad: características que Ragnor apreciaba. Les confiaba su vida.
- “Ven, Crag” – dijo Ragnor. – “Necesito tu fuerza”.
- “Luchar ya” – dijo Crag. Estaba hambriento y enfadado, y la batalla satisfacía ambas necesidades.
Ragnor se encaminó a través de los árboles que cubrían el acantilado situado sobre el valle y volvió a unirse a Juk y Grash. Estaban agarrando con fuerza sus armas y se paseaban nerviosamente, también ansiosos por luchar. Su plan era simple. Iría directamente hacia el enemigo y los mataría a todos. Les golpearía rápidamente y con fuerza, confiando en la sorpresa y en su propio poder para protegerles a él y a sus trols. Eso debería bastar.
El brujo sopesó su formidable martillo de piedra, Rumbler, y empezó a moverse hacia la entrada del valle. Los árboles proporcionaban una amplia cobertura, y el enemigo sólo había apostados dos centinelas, cada uno armado con una espada larga y con una armadura de ornamentadas placas de acero.
Contactó mentalmente con Grash para urgir al trol a que avanzara y le siguió, dejando por ahora detrás a Crag y a Juk. El sigilo no era el punto fuerte de Grash, pero sólo necesitaba que el empalador llegara a una docena de pasos de los guardias. Cuando estuvieron lo bastante cerca, Grash sacó una pesada lanza del enorme carcaj que llevaba a su espalda. Ragnor cerró los ojos y recurrió a la esencia del trol para fortalecer su brazo. Mirando a través de los ojos del trol, el brujo le ayudó a guiar su puntería. Grash echó hacia atrás su brazo y arrojó la lanza al centinela más próximo, mandando a la masiva arma más lejos de que podría haber llegado sin ayuda. La lanza golpeó a su objetivo con un sonido húmedo, y su inercia empujó al Nyss hacia atrás, clavándole en un árbol cercano.
El segundo centinela echó mano a un cuerno de guerra situado en su cinturón, y Ragnor supo que Grash no tendría tiempo para realizar otro lanzamiento. Levantó a Rumbler y cargó, alcanzando al Nyss justo cuando el cuerno tocaba sus labios. Ragnar estampó el enorme mazo de piedra en el pecho del elfo, liberando una mágica onda de choque que rompió los huesos del centinela, hizo pulpa sus órganos internos, y le mandó volando por los aires. El elfo aterrizó a unos pocos pasos de Grash, aún retorciéndose, y el trol dejó caer un pesado pie sobre su cráneo produciendo un satisfactorio crujido.
Ragnor invocó a Crag y a Juk, y les hizo pasar delante para entrar en el valle. El hachero y el matón tenían las armaduras más pesadas, y quería mantener a Grash en la retaguardia para usar sus lanzas contra las amenazas que los otros dos trols no pudiesen alcanzar. Ahora podía ver las piedras, rodeadas por tiendas de campaña de los Nyss. El enemigo aún no había reaccionado a su intrusión, pero no duraría mucho. Urgió a Crag y a Juk para que corrieran.
Un cuerno de guerra sonó, luego otro, y de las tiendas salieron una veintena de defensores. Los guerreros enemigos situados al frente portaban espadas como las que habían tenido los centinelas, y habían formado una línea compacta a medida que Ragnor y sus trols se aproximaban. El carnivean se colocó delante de los soldados Nyss, impulsado a avanzar por una elfa que portaba un bastón cubierto de espinas.
La bestia de guerra era la mayor amenaza. Había visto a criaturas como esa en acción y sabía que podría matar a Crag y a Juk en un combate directo. Aspiró profundamente mientras corría detrás de sus trols, invocando la guardia mágica más potente que conocía. Dejó que el poder le llenara, otorgando fuerza a su voluntad y alimentando su magia. La guardia fluyó en su interior y a través de su conexión con sus trols, otorgando a su carne la resistencia de la montaña.
Crag y Juk golpearon al Carnivean segundos después, su hacha y su flagelo cortándole al caer formando unos arcos letales. Ragnor guió sus golpes, y la placentera sacudida del acero mordiendo la carne escamada fluyó de vuelta a través de su conexión con ellos. Icor negro salpicó su armadura, pero las heridas que habían infligido no eran mortales. La bestia retrocedió, inhaló profundamente, y escupió un chorro de fuego azul a los trols. Las llamas les lamieron, haciendo que sus armaduras brillaran de color rojo debido al calor, pero la magia primigenia que había invocado les protegió de lo peor del fuego infernal.
Los dos trols atacaron de nuevo al carnivean, que se tambaleó cuando las armas rasgaron su carne. Su adiestradora se había retirado y los espadachines estaban avanzando. Ragnor ordenó avanzar a Gnash para ayudarles e invocó su magia de nuevo. Las runas destellaron en el aire, y la fuerza de Dhunia fluyó a través de la tierra hacia los enemigos que avanzaban. El suelo tembló y explotó debajo de los espadachines elfos, esparciendo cuerpos por todas direcciones.
Ragnor sintió como se desvanecía la guardia que había colocado sobre sus trols. El carnivean estaba malherido, pero no muerto. Reuniendo sus últimas fuerzas, la bestia infectada se lanzó hacia delante y cerró sus mastodónticas fauces alrededor del torso de Crag. Ragnor podía sentir los huesos del trol agrietándose y sus órganos internos estallando bajo esa terrible presión, y extrajo furia de Juk y Grash para curarle las heridas. La ira de Crag al ser machacado floreció en la mente de Ragnor, e impulsó esa rabia hacia el contraataque del trol. Crag hizo girar su flagelo alrededor de su cabeza para ganar inercia y luego lo lanzó sobre el cráneo del carnivean como si fuera un meteorito. Fragmentos de hueso y trozos de cerebro se desparramaron por una amplia zona, y la bestia de guerra enemiga colapsó, liberando a Crag de sus fauces.
El trol cayó de rodillas, y a través de su conexión mental, Ragnor podía sentir la sangre y la energía escapándose de él. Ahora no había tiempo para tratar con eso, los Nyss se estaban reformando en una línea. Ragnor y sus trols restantes cargaron hacia delante. Juk y Grash alcanzaron a los Nyss los primeros, con sus armas haciendo barridos, aplastando armaduras y rasgando carne.
Ragnor corrió hacia la izquierda de sus trols, lejos de la línea de guerreros Nyss y hacia la señora de las bestias. Runas de hechizo cobraron vida alrededor de su bastón y antes de que pudiera alcanzarla una nube de turbia bruma verde se formó sobre Juk y Grash, cayendo en forma de lluvia de cáustico fluido amarillo. Los trols aullaron de dolor mientras el ácido se comía sus armaduras y les quemaba la piel.
Los Nyss la vieron peligrar justo antes de que Ragnor la alcanzara. Ella levantó su bastón para protegerse de Rumbler, pero el martillo descendía con toda la fuerza de Ragnor y la inercia que arrastraba. Partió el bastón y aplastó la cabeza de la señora de las bestias como si fuera una calabaza pasada.
Ragnor hizo retroceder a Juk y a Grash mediante un pensamiento e invocó su magia de nuevo. Aparecieron runas brillantes sobre el suelo, y la tierro entró en erupción bajo los guerreros enemigos y los levantó por los aires. Entonces azuzó a Juk y a Grash para que volvieran a la lucha, dejándoles atacar con furia renovada. Pronto solo quedó un único guerrero Nyss, y se enfrentó valientemente a ambos trols.
El elfo se agachó bajo el primer golpe del hacha de Juk, pero no fue lo bastante rápido para evitar el golpe de retorno. Se había acercado a Juk, así que fue el asta del hacha y no la hoja lo que aplastó contra su cuerpo. Fue arrojado al suelo, su espada volando lejos de su mano, y Grash se adelantó para empalarle con una lanza.
- “No” – intervino Ragnor – “Sujétale”
El trol puso un enorme pie en el centro de la placa pectoral del elfo, inmovilizándole contra el suelo. Ragnor tocó la mente de todos sus trols, evaluando sus heridas. Juk y Grash no estaban malheridos, pero Crag se estaba yendo rápidamente.
Ragnor miró a las antiguas piedras a las que había venido a proteger, algunas salpicadas con sangre de Nyss, y volvió su mirada a Crag, que estaba a punto de morir. Solo la resistencia del trol mantenía al matón con vida. El brujo tomó su decisión. Se agachó y rasgó un gran trozo de la túnica de la muerta señora de las bestias, y entonces se dirigió a zancadas hacia la piedra de kriel más cercana y empezó a limpiar la sangre de los enemigos. Se movió de una en una, su ira por el sacrilegio creciendo con cada mancha de sangre que limpiaba. Cuando hubo acabado, Ragnor señaló al guerrero Nyss restante.
- “Levantadle” – dijo. Grash cogió al Nyss por un tobillo y le arrastró hacia arriba. Ragnor fue hasta donde Crag yacía de espaldas. Las heridas del trol eran horribles, con un agujero abierto en su barriga a través del cual sus costillas y sus vísceras eran visibles. – “Traedle aquí”.
Crag miró a Ragnor. – “¿Comer?” – dijo débilmente. Los trols podían curar sus heridas rápidamente, pero necesitaban consumir grandes cantidades de comida para poder hacerlo (especialmente si la comida estaba infectada). Grash dejó caer al herido Nyss al lado de Crag. El elfo intentó alejarse arrastrándose, lloriqueando, pero Ragnor le inmovilizó contra el suelo usando su martillo.
Ragnor sonrió a Crag y asintió. – “Si, Crag. Comer”.
- “Luchar ya” – dijo Crag. Estaba hambriento y enfadado, y la batalla satisfacía ambas necesidades.
Ragnor se encaminó a través de los árboles que cubrían el acantilado situado sobre el valle y volvió a unirse a Juk y Grash. Estaban agarrando con fuerza sus armas y se paseaban nerviosamente, también ansiosos por luchar. Su plan era simple. Iría directamente hacia el enemigo y los mataría a todos. Les golpearía rápidamente y con fuerza, confiando en la sorpresa y en su propio poder para protegerles a él y a sus trols. Eso debería bastar.
El brujo sopesó su formidable martillo de piedra, Rumbler, y empezó a moverse hacia la entrada del valle. Los árboles proporcionaban una amplia cobertura, y el enemigo sólo había apostados dos centinelas, cada uno armado con una espada larga y con una armadura de ornamentadas placas de acero.
El segundo centinela echó mano a un cuerno de guerra situado en su cinturón, y Ragnor supo que Grash no tendría tiempo para realizar otro lanzamiento. Levantó a Rumbler y cargó, alcanzando al Nyss justo cuando el cuerno tocaba sus labios. Ragnar estampó el enorme mazo de piedra en el pecho del elfo, liberando una mágica onda de choque que rompió los huesos del centinela, hizo pulpa sus órganos internos, y le mandó volando por los aires. El elfo aterrizó a unos pocos pasos de Grash, aún retorciéndose, y el trol dejó caer un pesado pie sobre su cráneo produciendo un satisfactorio crujido.
Ragnor invocó a Crag y a Juk, y les hizo pasar delante para entrar en el valle. El hachero y el matón tenían las armaduras más pesadas, y quería mantener a Grash en la retaguardia para usar sus lanzas contra las amenazas que los otros dos trols no pudiesen alcanzar. Ahora podía ver las piedras, rodeadas por tiendas de campaña de los Nyss. El enemigo aún no había reaccionado a su intrusión, pero no duraría mucho. Urgió a Crag y a Juk para que corrieran.
Un cuerno de guerra sonó, luego otro, y de las tiendas salieron una veintena de defensores. Los guerreros enemigos situados al frente portaban espadas como las que habían tenido los centinelas, y habían formado una línea compacta a medida que Ragnor y sus trols se aproximaban. El carnivean se colocó delante de los soldados Nyss, impulsado a avanzar por una elfa que portaba un bastón cubierto de espinas.
La bestia de guerra era la mayor amenaza. Había visto a criaturas como esa en acción y sabía que podría matar a Crag y a Juk en un combate directo. Aspiró profundamente mientras corría detrás de sus trols, invocando la guardia mágica más potente que conocía. Dejó que el poder le llenara, otorgando fuerza a su voluntad y alimentando su magia. La guardia fluyó en su interior y a través de su conexión con sus trols, otorgando a su carne la resistencia de la montaña.
Crag y Juk golpearon al Carnivean segundos después, su hacha y su flagelo cortándole al caer formando unos arcos letales. Ragnor guió sus golpes, y la placentera sacudida del acero mordiendo la carne escamada fluyó de vuelta a través de su conexión con ellos. Icor negro salpicó su armadura, pero las heridas que habían infligido no eran mortales. La bestia retrocedió, inhaló profundamente, y escupió un chorro de fuego azul a los trols. Las llamas les lamieron, haciendo que sus armaduras brillaran de color rojo debido al calor, pero la magia primigenia que había invocado les protegió de lo peor del fuego infernal.
Los dos trols atacaron de nuevo al carnivean, que se tambaleó cuando las armas rasgaron su carne. Su adiestradora se había retirado y los espadachines estaban avanzando. Ragnor ordenó avanzar a Gnash para ayudarles e invocó su magia de nuevo. Las runas destellaron en el aire, y la fuerza de Dhunia fluyó a través de la tierra hacia los enemigos que avanzaban. El suelo tembló y explotó debajo de los espadachines elfos, esparciendo cuerpos por todas direcciones.
Ragnor sintió como se desvanecía la guardia que había colocado sobre sus trols. El carnivean estaba malherido, pero no muerto. Reuniendo sus últimas fuerzas, la bestia infectada se lanzó hacia delante y cerró sus mastodónticas fauces alrededor del torso de Crag. Ragnor podía sentir los huesos del trol agrietándose y sus órganos internos estallando bajo esa terrible presión, y extrajo furia de Juk y Grash para curarle las heridas. La ira de Crag al ser machacado floreció en la mente de Ragnor, e impulsó esa rabia hacia el contraataque del trol. Crag hizo girar su flagelo alrededor de su cabeza para ganar inercia y luego lo lanzó sobre el cráneo del carnivean como si fuera un meteorito. Fragmentos de hueso y trozos de cerebro se desparramaron por una amplia zona, y la bestia de guerra enemiga colapsó, liberando a Crag de sus fauces.
El trol cayó de rodillas, y a través de su conexión mental, Ragnor podía sentir la sangre y la energía escapándose de él. Ahora no había tiempo para tratar con eso, los Nyss se estaban reformando en una línea. Ragnor y sus trols restantes cargaron hacia delante. Juk y Grash alcanzaron a los Nyss los primeros, con sus armas haciendo barridos, aplastando armaduras y rasgando carne.
Ragnor corrió hacia la izquierda de sus trols, lejos de la línea de guerreros Nyss y hacia la señora de las bestias. Runas de hechizo cobraron vida alrededor de su bastón y antes de que pudiera alcanzarla una nube de turbia bruma verde se formó sobre Juk y Grash, cayendo en forma de lluvia de cáustico fluido amarillo. Los trols aullaron de dolor mientras el ácido se comía sus armaduras y les quemaba la piel.
Los Nyss la vieron peligrar justo antes de que Ragnor la alcanzara. Ella levantó su bastón para protegerse de Rumbler, pero el martillo descendía con toda la fuerza de Ragnor y la inercia que arrastraba. Partió el bastón y aplastó la cabeza de la señora de las bestias como si fuera una calabaza pasada.
Ragnor hizo retroceder a Juk y a Grash mediante un pensamiento e invocó su magia de nuevo. Aparecieron runas brillantes sobre el suelo, y la tierro entró en erupción bajo los guerreros enemigos y los levantó por los aires. Entonces azuzó a Juk y a Grash para que volvieran a la lucha, dejándoles atacar con furia renovada. Pronto solo quedó un único guerrero Nyss, y se enfrentó valientemente a ambos trols.
El elfo se agachó bajo el primer golpe del hacha de Juk, pero no fue lo bastante rápido para evitar el golpe de retorno. Se había acercado a Juk, así que fue el asta del hacha y no la hoja lo que aplastó contra su cuerpo. Fue arrojado al suelo, su espada volando lejos de su mano, y Grash se adelantó para empalarle con una lanza.
- “No” – intervino Ragnor – “Sujétale”
El trol puso un enorme pie en el centro de la placa pectoral del elfo, inmovilizándole contra el suelo. Ragnor tocó la mente de todos sus trols, evaluando sus heridas. Juk y Grash no estaban malheridos, pero Crag se estaba yendo rápidamente.
Ragnor miró a las antiguas piedras a las que había venido a proteger, algunas salpicadas con sangre de Nyss, y volvió su mirada a Crag, que estaba a punto de morir. Solo la resistencia del trol mantenía al matón con vida. El brujo tomó su decisión. Se agachó y rasgó un gran trozo de la túnica de la muerta señora de las bestias, y entonces se dirigió a zancadas hacia la piedra de kriel más cercana y empezó a limpiar la sangre de los enemigos. Se movió de una en una, su ira por el sacrilegio creciendo con cada mancha de sangre que limpiaba. Cuando hubo acabado, Ragnor señaló al guerrero Nyss restante.
- “Levantadle” – dijo. Grash cogió al Nyss por un tobillo y le arrastró hacia arriba. Ragnor fue hasta donde Crag yacía de espaldas. Las heridas del trol eran horribles, con un agujero abierto en su barriga a través del cual sus costillas y sus vísceras eran visibles. – “Traedle aquí”.
Crag miró a Ragnor. – “¿Comer?” – dijo débilmente. Los trols podían curar sus heridas rápidamente, pero necesitaban consumir grandes cantidades de comida para poder hacerlo (especialmente si la comida estaba infectada). Grash dejó caer al herido Nyss al lado de Crag. El elfo intentó alejarse arrastrándose, lloriqueando, pero Ragnor le inmovilizó contra el suelo usando su martillo.
Ragnor sonrió a Crag y asintió. – “Si, Crag. Comer”.
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